- (Gn 1,1-2,2). En primer lugar, en el libro del Génesis, aquí hay un hermoso poema que nos espera: palabras de vida, re-creadoras... que nos llevan muy adentro de nosotros mismos, al lugar donde soy creado por amor, palabras que nos llevan allí muy cerca de la Pascua donde Jesús cumple todas las cosas.
- (Gn 22,1-18). Jesús tiene mucho que decirnos: muchas palabras que confiar a nuestra fe. En esta segunda lectura, con Abraham e Isaac, Dios para nosotros se muestra. Padre e Hijo en camino a la Ofrenda. Y lo más bello es que hay lugar para cada una y cada uno en este relato: Abraham, soy yo. Isaac, soy yo. Y el cordero mismo, nos sitúa en él como el cordero pascual.
En la Ascensión, el movimiento ha terminado. El que se ha rebajado ha sido elevado. Quienes pretendían elevar en la Cruz al Hijo del Hombre no sabían hasta qué punto se ajustaban al designio de Dios. La humanidad vuelve a encontrar su Oriente, en la vertical de Jerusalén. Sin embargo, la misión sigue siendo la del Verbo, fecundar la tierra.
¡La Paz esté con vosotros!
La Paz como un soplo nuevo que crea una RELACIÓN.
¡Recibid es ESPÍRITU SANTO! […]
El Espíritu Santo revela la PAZ como una RELACIÓN. LA PAZ que el Padre le da al Hijo, la PAZ que el Hijo encuentra al hacer la ALEGRÍA del Padre. La PAZ, que restaura la relación entre Dios y el hombre, la paz del FIAT de María a la sombra del Espíritu. La PAZ que restablece las relaciones entre todos los hombres - no hay mejor símbolo que entenderse - TODOS, judíos o paganos, un solo CUERPO de miembros diferentes, de idiomas que permanecen diferentes, pero que expresan el mismo mensaje, el mismo VERBO.