[El Amado del Cantar de los cantares]: Levántate, tú, mi compañera, mi hermosa, levántate, mi amada, ¡vámonos de aquí!
El DESEO de Dios para nuestra raza humana no podía esperar a la consumación de los siglos... incluso tenía que significarse a sí mismo en el transcurso del tiempo. ¡Déjame ver tu cara! ¡Déjame oír tu voz!
«Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32).
Ella era de nuestra raza, pero TODO en ella se inclinaba hacia Dios. Él era su PREDILECCIÓN de toda la vida. Sin reticencias, sin resistencias, sin adherencia, al barro que se nos pega a la piel. Para ella, el juicio particular y el juicio final son inmediatos. Para nosotros, es necesario que la misericordia de Dios y la de los hombres puedan conjugarse. Ella no ha roto nada de la futura COMUNIÓN.
Hermano Christian, notas para la homilía de la Asunción, 15 de agosto