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au fil liturgie christ roiEn la cruz está el hombre, Jesús, el actor principal. No actúa en la pantalla. Está en la sala, con los espectadores. Está en la historia, con nosotros. He aquí al hombre en su mejor papel: el centurión pronto dirá: “Realmente, esté hombre era inocente” (Lc 23, 47). La Iglesia es un pueblo que mira: y testimonia, que se sostiene y se afirma a sí misma en esta mirada puesta hacia Jesús y contra todo. No sueña. No imagina. Observa: lo real de la cruz hoy: la humanidad torturada, humillada, traspasada, desfigurada.

La Iglesia no se aparta. Su mirada desenmascara la mentira. Su mirada testimonia: el proceso no ha terminado. El acusado no ha dicho su última palabra: el Cordero inmolado es vencedor. El Crucificado ha resucitado: vive. Él reina. Cristo y Rey.

Hermanos y hermanas, miremos al Rey. Que nuestra mirada testimonie y reconozca: "Jesús, tú eres mi Señor y mi Rey". Este rey viene de otro lugar, pero es de nuestra casa y los suyos no lo han reconocido. [… ]

La cruz, hermanos y hermanas, es el modo que tiene Jesús de mantenerse en el ser. Quien me ve a mí está viendo al Padre (Jn 14,9). Así Dios está a merced de nuestra acogida. En Jesús vemos cómo Dios se realiza: Cuando levantéis en alto a este Hombre, entonces compren­deréis que yo soy el que soy y que no hago nada por mí (Jn 8,28).

Jesús es rey. Obtuvo su realeza de quien lo envió. Parémonos un momento y veamos a este rey reinar en la cruz. Veamos a Jesús en pleno ejercicio de poder: obediente hasta la muerte (Flp 2,8).

En primer lugar, este Rey: no está en un lugar lejano, inaccesible. Está al alcance de nuestra mirada. Este Rey: Príncipe de la Paz. Consejero maravilloso. Este rey está cerca. Emmanuel. Dios con nosotros (Mt 1,23). [… ]

Este rey es rey para ti, para mí. No está rodeado de una corte, ni protegido por un cuerpo de élite. Es rey en la relación que quisiera instaurar con todo ser humano. Es rey no para subyugar sino para salvar, para curar. Su deseo: darnos el poder, el poder de nacer en él: de Dios.

Sí, este rey está aquí. Está presente. Está en medio de nosotros para que el hombre recupere su poder perdido, su poder vendido: ser a imagen de Dios. Este rey quiere a la humanidad en pie: como María: justa en gracia, mujer libre. ¿Cómo, pues, gobierna este rey crucificado? Tomemos de él algunas lecciones del arte de la política...

Este rey escucha: un hombre de escucha incansable. Podemos decir frente a él... como estamos... después de lo que hicimos...

Este Rey escucha y suscita la palabra más bella que puede subir del corazón del hombre, la palabra hecha oración: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey (Lc 23,42).

Toda oración humana encuentra en la cruz: a Jesús Rey, ofreciéndole un corazón pobre donde venir a reinar, donde venir a amar.

Este rey responde. Él mismo, Dios en persona, responde. Jesús responde con todo su cuerpo. Ha venido no para ser servido, sino para servir, y aquí está, desnudándose de su vestido, sin belleza ni gran apariencia (Is 53,2): siervo del amor para que participemos de su Yo soy.

Responde del mal que hay en mí, carga todo sobre él. Es rey, va a arreglar todo. Da su vida por sus amigos. Esta es la gran causa de su Reino. Su gran preocupación: dar. Entregar la vida.

[… ] Jesús morirá por haberse atrevido a ser sólo Él, verdadero en el diálogo, porque es el mismo lenguaje de Dios hecho hombre. Este rey va a morir en un gesto real: su vida, nadie la toma. Él la entrega (Jn 10,18). Padre, en tus manos, entrego mi «Yo soy» (Lc 23,46). [… ]

¡Oh! hermanos y hermanas, dejemos que Jesús venga, dejemos que venga su gracia, su verdad. Dejémoslo ir. Va al Padre para que venga su reino: su reino para que el amor que tú me has tenido esté con ellos y también yo esté con ellos (Jn 17,26).

Hermano Christophe,  extractos  de la homilía para el 22 de noviembre de 1992