NAVIDAD está ahí, todo el día. La Iglesia recuerda. Como la madre recordando las primeras horas.
NAVIDAD ya se está yendo... Estamos proyectados con anticipación, fuera de tiempo, a un destino único, más grande que nosotros. Pensamos que era como nosotros...
¿El niño se nos escapa – abandonado – robado? Buscamos al niño… El niño, que creemos saber, conocer. Está detrás de nosotros, del que solíamos ser. Lo estamos buscando, aun un poco más adentro. Lo buscamos en todo niño: en transición..., frágil... insignificante (vergonzoso), convertido en adulto. Este Niño, ¿por qué no?
Una madre lo puso en su cuna esta noche. Ella tuvo el gesto de María. Una madre eslovaca… y todos los niños del mundo, esta noche, eran para nosotros eslovacos, rumanos, checos, etc. Era la primera Navidad… pueblos nacientes, renaciendo. ¡Algo imposible! ¿Cómo renacer cuando ya eres viejo, esclavo, en la noche, de las cadenas?
La respuesta es este NIÑO que fue... No habla. Pero él es el VERBO. ¡Desde el principio!
Su propio ser es de NACER. Un estado. Su manera de ser Dios es COMENZAR. ¡Como el AMOR, siempre nuevo!
Él solo tiene un GRITO: ¡ABBA! PADRE! Y nosotros, a su imagen y semejanza, estamos llamados a NACER. ¡Haceos como niños!
Los profetas, los testigos, los padres de un posible nacimiento para cualquier hombre. La infancia cambia de sentido. Pensábamos que marca la entrada en el tiempo. Por el contrario, es la garantía de lo eterno. ¡Quien no acoja el Reino como un niño, no entra!
[¡Que el NIÑO nos dé] la gracia de vivir y morir ASOMBRADOS!
Hermano Christian, homilía para el 25 de diciembre de 1989