"Ya verás, no estamos decepcionados": "Ya verás. No estamos decepcionados”. Ante el Evangelio de este día encuentro esta palabra, recibida de un hermano, monje, anciano, que se ha hecho suficientemente pobre para que Dios el padre pueda hablar en él y dar vida con una palabra verdadera, justa, sólida. "Ya verás. No estamos decepcionados”. Fue dicho pobremente, sin nada de exaltación, sin ninguna euforia sospechosa, sin optimismo. Fue dicho en la verdad de la esperanza, y fue llevado, verificado por una existencia vigilante, paciente y ardiente: en el fondo, feliz... Sin embargo... ¿Cómo no estar decepcionado? [...] Vayamos a ver el Evangelio. Acojamos su Luz: Tu Palabra, Señor, es luz para mis pasos, lámpara en mi sendero (Sal 118,105).
El día de Navidad: es el día en que María debe dar a luz. Un día de su historia humana, nueve meses después de la Anunciación. La Navidad nos dice lo que puede dar el tiempo, el tiempo de la creación: cuando se abre al Señor; este tiempo es fecundo, da fruto... pero hay que darle tiempo. Ya verás. ¡Mirad! Los campos ya están blancos para la cosecha.
Hoy: es el día en que, siguiendo la Ley de Moisés, debían ser purificados. Día de la Presentación, se inscribe en otro tiempo, que puede parecer más abstracto... rígido y difícil. Este «tiempo de la Ley»: ¿respeta nuestras libertades? ¿Es formador? Sobre todo: ¿es bueno, capaz de hacernos felices?
[… ] Hermanos y hermanas, tomemos el Evangelio en nuestros brazos para estar lo más cerca posible, no de la Ley, sino del don de Dios. Este don precede y funda toda exigencia. [...] Jesús al someterse a la ley nos libera del yugo de la ley. [… ] Jesús viene ahora a darnos gracia, arrastrándonos a un actuar que tiene a Dios mismo como sujeto. ¿Qué sucede, en efecto? Mucho más que el desarrollo de un rito: el cumplimiento de una Palabra. La Ley sirve para esto: permitir el encuentro de una Palabra, la Ley de tu boca... un Beso: ¡Mi felicidad! La Buena Nueva está aquí: Dios actúa. Observar la Ley es permitirle a Él actuar en mí, dejar que me haga el bien, es ofrecerle mi libertad para que comprometa en ella su Amor, mi pobreza, para que allí se despliegue su fuerza.
[…] Abramos nuestros ojos, contemplemos las maravillas de la Ley. […] Maravillas en los pobres corazones de quienes nos rodean, capaces como María y José de ir más allá... por amor. Maravillas escondidas en estos corazones que esperan y no están decepcionados de esperar todavía. No juzguemos. Que el Espíritu cumpla la Ley, opere el Encuentro. Verás, dice el Espíritu. Verás con todo tu corazón. No puedes decepcionarte conmigo.
Hermano Christophe, extractos de la homilía para el 2 de febrero de 1990