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Cómo vivir de amor frente al miedo
Evangelio del lavatorio de los pies
 

Lavando los pies de sus discípulos, Jesús se hace su servidor. Esto es lo que hizo el Papa Francisco este año en Roma, lavando los pies de 12 migrantes, y luego saludando uno a uno a ochocientos migrantes, lo que le llevó una hora y media.

Y después del lavatorio de los pies, Jesús dijo a sus discípulos: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros”. Pedro le responde: “Por ti daría la vida”, pero, en realidad, todavía no está preparado para hacerlo.

Nuestros hermanos monjes de Tibhirine y sus compañeros, religiosos y religiosas de Argelia, han sido llamados a entregar su vida. Y ellos estaban preparados para hacerlo. ¿Cómo se prepararon? ¡Como estábamos todos preparados, nosotros, cristianos de Argelia, en estos años, ya que todos fuimos amenazados de muerte por grupos armados extremistas!

Todos estábamos preparados porque habíamos aceptado el dar nuestras vidas en fidelidad a la misión recibida de Dios y de la Iglesia en medio del pueblo argelino. Una misión de solidaridad cerca de un pueblo musulmán, a causa del amor universal de Dios y de su Iglesia.

Nuestros amigos contaron con esta fidelidad. Un monje escribió: “Escuché esta pregunta de los vecinos, de Moussa, de Mohamed, de Ali: "¿acaso quiere irse, dejarnos?" o un monje que le dice a un vecino musulmán: "sabes, somos un poco como el pájaro en la rama" y el vecino responde: "Verás, la rama eres tú. Somos el pájaro y si cortamos la rama, si nos dejas, nos privas de tu esperanza y nos quitas la esperanza”

Ante el riesgo de tener que entregar nuestras vidas, todos nos sentimos apoyados cada día por la celebración de la Eucaristía, la celebración de la vida donada de Jesús: “este es mi cuerpo entregado por vosotros”. Un monje escribió: "Beber la sangre de un cordero nos pone en su campo, el de las víctimas". Él escribió también: "Eso hace la Eucaristía, es el acontecimiento pascual. Esto no pasó en una iglesia sino sobre una cruz que no tenía nada de litúrgico. Se trataba de un homicidio y de la sangre de un inocente y de su cuerpo torturado"

Otra realidad también nos sostuvo, es la solidaridad hacia nosotros, en nuestros sufrimientos, de nuestros amigos argelinos. Después del asesinato de dos religiosas españolas, el 27 de octubre de 1994, un cronista argelino, que tenía una columna diaria en su periódico, escribía: “Desde este domingo mi pensamiento no deja de dar vueltas al asesinato de estas dos hermanas españolas. ¿Cómo y por qué? ¿Cómo han podido disparar a dos mujeres? Dos religiosas, dos criaturas de Dios, que, siguiendo su costumbre dominical, iban a su capilla, con toda confianza, a orar al Creador. ¿Por qué? Dos mujeres que acudían a Dios a pedir gracia. Seguramente iban a ir allí con sus pequeñas oraciones por nosotros, infortunados argelinos, sometidos a las plagas. Posiblemente vamos a echar de menos durante mucho tiempo las últimas oraciones de estas religiosas que querían inclinar la balanza del lado de la Paz y del lado de la Misericordia”.

Y después de la muerte de nuestros siete hermanos monjes, una joven argelina, musulmana, médica, vino a traerme al arzobispado una carta muy hermosa en la que había escrito: “Llego al hecho más horrible, el del asesinato de los monjes de Tibhirine, que fue para mí peor que un sacrilegio. No lograba concebirlo, ni admitirlo. Como musulmana, he gritado. Vergüenza de la sangre versada de hombres del culto de Dios, vergüenza de mi pueblo; vergüenza de mi país y, horror, vergüenza de mi religión… Nuestro corazón está desgarrado porque algún musulmán, digo bien, alguno, no ha estado cerca de nosotros en nuestra tragedia. Nadie nos apoyó: al contrario fuimos los parias del mundo. Estábamos solos en nuestro sufrimiento y ninguno tuvo el coraje o el pensamiento de rezar por nosotros, excepto vosotros… la iglesia de Argelia”.

Henri Teissier