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El último monje de Tibhirine nos habla.

ENTREVISTA

Por Jean-Marie Guénois

Superviviente de la matanza de 1996, jamás había hablado desde la muerte de los monjes de Tibhirine. Encontramos al hermano Jean-Pierre en un monasterio en Marruecos, dónde aceptó confiarse en exclusiva para Le Figaro Magazine. Habla de sus hermanos desaparecidos, de los acontecimientos trágicos que vivieron, de la película de Xavier Beauvois, De dioses y hombres. Pero también de su fe y de su esperanza. Una conversación luminosa.

 LE FIGARO MAGAZINE - ¿Le gustó la película "De dioses y hombres"?

Hermano Jean-Pierre - Me impresionó muy profundamente. Me ha emocionado ver de nuevo las cosas que vivimos juntos. Pero sobre todo sentí una especie de plenitud, sin tristeza. Encontré la película muy bella porque su mensaje es verdadero, aunque la realización no es siempre exacta con relación a lo que pasó. Pero esto no tiene importancia. Lo esencial es el mensaje. Y esta película es un icono. Un icono dice mucho más de lo que se ve… Es un poco como un canto gregoriano. Cuando está bien compuesto, el autor puso un mensaje, y el que lo canta encuentra más todavía, porque el Espíritu actúa en él. En este sentido, la película es un icono. Es un verdadero éxito, una obra maestra.

¿No tiene ninguna crítica que formular?

He escuchado a algunos criticar el papel del prior, Christian de Chergé. Algunos lo encuentran un poco desdibujado, pero yo lo encuentro muy bien. Otros lo encuentran severo, porque nunca se le ve sonreír. Pero él está bastante en el personaje que se adapta a la grave situación que hemos atravesado. Admiro, en este papel, su modo de estar a la escucha de los hermanos, en particular en los momentos difíciles. No quiere imponerse. Escucha. Lo sentimos lleno de respeto por los hermanos. Vemos bien al pastor y su preocupación de abrirse a Dios, para dejarse trabajar por Dios y tener la reacción que hace falta delante de los hermanos. A lo largo de la película, vemos esta apertura a Dios, lo interrogamos, nos dejamos influenciar por Él. ¡Es monástico!

¿Hay algo que falta en relación con la historia real?

No sentí esto.

Pero, como monje, ¿cómo vive el éxito de la película?

Estamos encantados y asombrados de ver tal éxito, ¡pero no tenemos nada que ver con eso! El hecho de ser conocido me avergüenza un poco... Un monje está hecho para estar escondido.

¿Por qué se opusieron al principio al rodaje de la película?

No queríamos aceptar la película y su rodaje en Marruecos, debido al peligro de ser acusados de proselitismo. Algunos, en aquel momento, no recibían su permiso de residencia durante mucho tiempo. Debíamos ser prudentes pero nos abandonamos a la voluntad del Señor. No fuimos consultados. El equipo conocía nuestra oposición y los motivos de nuestra cautela. Fueron muy respetuosos.

¿Cuándo llegaron a Tibhirine?

Nunca olvidaré ese 19 de septiembre de 1964. Cuando llegamos en un 2 CV cerca del monasterio, siempre veré a ese niño, sentado en un burro, que vino a recibirnos para darnos la bienvenida. Era muy feliz. Desde mi pequeña celda veía el claustro, el jardín y el pueblo, a lo lejos. Y me dije entonces: este es el paisaje que veré hasta el fin de mis días. Porque en mi corazón era para toda la vida. Sin retorno. Estuve allí treinta y dos años, de 1964 hasta el secuestro en 1996.

¿Cómo era la vida allá?

Los comienzos fueron difíciles. La comunidad carecía de estabilidad y fue un periodo muy difícil para vivir. Por otro lado, la nueva Argelia se ponía en marcha. Las relaciones con la gente de los alrededores no eran claras. Hubo reflejos de rechazo hacia los franceses. Sentíamos esa brecha con ocasión de las fiestas, las cristianas o las musulmanas. No teníamos que ver nada unos con otros. Así que luchamos contra eso y tratamos de domesticarnos mutuamente. Para esto, el dispensario regido por el hermano Luc, fue muy importante. ¡Atendía a casi 80 personas al día! Mas tarde, Christian de Chergé fue elegido prior en 1984. Necesitábamos a alguien como él, que hablase el árabe y conociera bien la cultura musulmana. A partir de entonces, nos convertimos en una verdadera comunidad, más estable. Los que se incorporaban lo hacían de verdad. Éramos casi independientes. Esto fue una ventaja porque nos permitió tomar muchas iniciativas en la relación entre musulmanes y cristianos.

¿Qué papel desempeñó Christian de Chergé?

Hubo, con él, una evolución hacia la islamología. Él, personalmente, estudiaba mucho el Corán. Por la mañana, hacía la lectio divina con una Biblia en árabe. Hacía, a veces, la meditación con el Corán. Trataba de hacernos evolucionar. Teníamos relaciones con el Islam pero no a un nivel intelectual. Él conocía muy bien el ámbito musulmán y la espiritualidad sufí. Algunos monjes estimaban que la comunidad debía permanecer equilibrada y que no todo debía estar orientado por el Islam. Esto provocó fricciones. Estas tensiones fueron superadas finalmente por la creación de un grupo de intercambio para compartir con musulmanes sufíes, que llamamos Ribat. Habíamos comprendido que la discusión sobre dogmas dividía, porque era imposible. Se hablaba, por lo tanto, del camino hacia Dios. Se oraba en silencio, cada uno según su oración. Estas reuniones bianuales se interrumpieron en 1993, cuando comenzó a ser peligroso. Pero este conocimiento mutuo nos hizo verdaderos hermanos, en profundidad.

¿En qué le marcó el padre Christian de Chergé?

Lo que más me impresionó de él, era su pasión interior por el descubrimiento del alma musulmana y por vivir esta comunión con ellos y con Dios, al mismo tiempo que seguía siendo verdaderamente un monje y un cristiano.

¿De quién estaba más cerca?

¡Del hermano Luc! Estábamos muy cerca el uno del otro. No era sacerdote, era hermano. Se podía confiar en él. Estaba lleno de sabiduría. En una comunidad pequeña donde no hay muchos sacerdotes, no es fácil encontrar un director espiritual. Si se tenía un problema o una dificultad de relación con un hermano, primero íbamos a ver al hermano Luc, sabiendo muy bien cómo iba a responder. Era un modelo… En el capítulo, hasta durante el período de tensión y de miedo, tenía siempre la palabra apropiada para hacer reír. Era valioso para la vida comunitaria. Aunque, como médico, tenía un régimen especial, porque estaba en su dispensario todo el día y, ¡además cocinaba! Comenzaba su jornada a la 1 de la mañana para estar listo a las 7 en el dispensario. Tenía mucha asma y no lograba dormir. ¡Dormía sentado! Estaba muy próximo también al hermano Amédée, el otro superviviente, que murió aquí, en Midelt.

¿Reza con sus hermanos desaparecidos?

Trato de tener un tiempo todas las mañanas. No los olvido. Siguen presentes. Todos. Tratamos de progresar. La película, desde este punto de vista, nos estimula en nuestra vocación.

¿Sus hermanos le hablan en la oración?

No, aún no… Tengo la certeza de que están cerca del Señor. La tuve desde el principio debido a su martirio. Esto causa alegría, no tristeza. Eso es lo que siento cuando veo la película: ¡alegría, no nostalgia! (ríe) Esperando que el Señor nos envíe a otros monjes que quieran vivir esto.

¿Jamás siente nostalgia de la vida en Tibhirine?

Un poco sí… Nosotros vivimos juntos cosas muy bellas. Y luego, esta vida en común para representar al Señor y a la Iglesia. Es una vocación muy bella. Se puede ir lejos. Cristo es más grande que la Iglesia. Los sufíes utilizaban una imagen para hablar sobre nuestra relación con los musulmanes. Es una escalera a doble pendiente. Está apoyada en la tierra y la cumbre toca el cielo. Nosotros subimos por un lado, ellos suben por el otro lado, según su método. Cuanto más cerca estamos de Dios, más próximos estamos los unos de los otros. Y recíprocamente, cuanto más nos acercamos los unos a los otros, más cerca estamos de Dios. ¡Toda la teología está ahí!

Y sin embargo, es la muerte la que estaba en el encuentro...

Lo que vivimos allí, juntos y desde el principio, era una acción de gracias. Nos habíamos preparado juntos. Por fidelidad a nuestra vocación, se decidió permanecer allí sabiendo lo que podría suceder. El Señor nos envió, no íbamos a renunciar aunque, alrededor de nosotros, los violentos procuraban que nos fuéramos, e incluso los funcionarios. Pero teníamos a Nuestro Maestro y estábamos comprometidos con Él. En segundo lugar estaba la voluntad de ser fieles a la gente de nuestro entorno para no abandonarles. Estaban tan amenazados como nosotros. Estaban entre dos fuegos, entre el ejército y los terroristas, los maquis. La decisión de no separarnos de ellos se tomó en 1993. Y aunque hubiéramos sido dispersados por la fuerza, debíamos encontrarnos en Fez, en Marruecos, para de nuevo establecernos en otro país musulmán.

¿Cómo vive usted lo que pasó: como un fracaso o como un logro?

Después del secuestro, el padre Amédée y yo nos vimos obligados a bajar a Argel con la policía. Rezábamos por nuestros hermanos. Para que Dios les diera la fuerza y la gracia para llegar hasta el fin. Esperábamos una intervención de Francia o una intervención eclesiástica para obtener su liberación. Conocimos su muerte el 21 de mayo de 1996. Estábamos rezando vísperas. De repente, un hermano joven llegó a la capilla y se tiró al suelo delante de todos, gritando su desesperación: "¡Los hermanos han sido asesinados!". Por la noche, mientras estábamos fregando los platos uno al lado del otro, le dije: "Hay que vivir esto como algo muy bello, muy grande. Hay que ser digno de eso. Y la misa que diremos para ellos no será de negro. Será de rojo". Inmediatamente los vimos como mártires. El martirio era el cumplimiento de todo para lo que nos habíamos preparado, desde hacía tiempo, en nuestra vida. Durante esos años que habíamos vivido juntos en el peligro. Estábamos listos, todos. Pero eso no excluía el miedo.

¿Cuándo comenzó el miedo?

A partir de 1993, después de la visita del GIA, la noche de Navidad. La comunidad entonces se desarrolló mucho en unión y en profundidad. El peligro estaba ahora en todas partes, en todo momento, día y noche. Esto nos afectó mucho. Tocamos fondo en aquel momento.

¿Qué sucedió exactamente?

Navidad 1993, por la noche, formaron una barrera. Estábamos en la sacristía con Célestin, que preparaba las fichas de cantos para la misa de Navidad. Hombres armados hasta los dientes nos rodearon. Los croatas acababan de ser asesinados, pensamos que también nos iba a pasar lo mismo. Nos tranquilizaron. Porque éramos religiosos, no nos harían nada. Pero entonces comenzaron a despotricar sobre el gobierno. Entonces el jefe dijo: "Quiero ver al papa local". Fuimos a buscar a Christian, quien inmediatamente dijo: "No, aquí no se entra con armas. Si usted quiere entrar aquí, deje fuera sus armas. Nadie entró jamás aquí con armas. ¡Esta, es una casa de paz!" Finalmente discutieron y pidieron tres cosas: que el doctor pudiera ir para asistir a los heridos en la montaña, medicinas y dinero. Con tacto, Christian respondió no a las tres peticiones. Excepto para los heridos, quienes podrían venir, como todos los demás, al dispensario. Luego dijo en árabe que estábamos preparando "la fiesta del nacimiento del príncipe de la paz". Ellos no lo sabían y se disculparon, pero dijeron: "Volveremos". Dando una contraseña: preguntarían "señor Christian". Esa noche, la misa del gallo tuvo un sabor particular. Al día siguiente, en el capítulo, comenzamos las discusiones sobre el futuro.

¿Qué decidieron entonces?

Que si pedían dinero, les darían un poco para evitar la violencia, pero pensábamos, no obstante, irnos porque no queríamos colaborar con ellos. Entonces el obispo de Argel vino a decirnos que si decidíamos irnos, no deberíamos irnos todos juntos, para no asustar a la Iglesia de Argelia. Decidimos que dos de nosotros nos iríamos. Célestin, que había quedado traumatizado por esta Navidad y que debía sufrir seis bypass cardíacos, y el hermano Paul, que necesitaba descanso.

¿Existía unanimidad entre ustedes?

Hubo otro capítulo después de esta Navidad. Unos pensaban que había que quedarse, otros, que más valía irse. Más aun cuando en aquel momento, por seguridad, habíamos sido obligados a cerrar el monasterio desde finales de la tarde hasta la mañana. También dijimos a los huéspedes que no vinieran más. Estábamos aislados. Esto cambió la economía del monasterio y había que encontrar otros medios para vivir.

¿Existieron divergencias?

Esto evolucionó. El padre Armand Veilleux, que vino a predicar uno de los últimos retiros, nos dijo que habíamos llegado "a la cima" de nuestra vida común. Habíamos alcanzado, en efecto, por unanimidad la decisión de quedarnos. Las relaciones fraternas ya se habían soldado. En el capítulo, no podíamos tomar decisiones tan serias a la ligera. Con relación al GIA, con relación a la partida, sobre nuestra conducta si éramos secuestrados o dispersados... Entonces decidimos quedarnos, pero el miedo a lo que podía llegar estaba presente, más o menos, en unos y otros. Pero había que continuar viviendo. Había atentados a diestra y a siniestra. Allegados del monasterio habían sido detenidos o amenazados. Este era el clima en el cual se vivía.

Sin serenidad, ¿alguna vez cuestionaron la opción de quedarse?

No, ninguna. Al anochecer, cuando cantábamos Completas, había una especie de capa de peligro, de plomo, que se cernía sobre el monasterio. Por la noche, cualquier cosa podría pasar. Nos decíamos: ¿qué va a pasar esta noche? No pretendíamos ser asesinados, pero sabíamos que podría suceder en cualquier momento. Teníamos la suerte de ser una comunidad. Y la vida continuaba, uno era cocinero, otro jardinero, otro se ocupaba de la administración. Esto permitía olvidar, pero por la tarde, durante la noche, nos preguntábamos qué podría suceder. No nos lo decíamos, pero cada uno pensaba en eso.

¿Y qué pasó la noche del secuestro?

La noche del secuestro, estaba en la habitación del portero. Me desperté alrededor de la 1 en punto al oír ruidos de voces frente a la puerta de entrada. Ya estaban dentro, en el jardín. Sin duda querían ver al médico. Esperé a que llamaran a la puerta para mostrarme. Fui a mirar por la ventana. Vi a uno que iba directamente a la habitación del hermano Luc. Lo que no era normal, porque cuando se quiere ver al doctor, se llama al portal y el portero se presenta. Y oí una voz que decía: "¿Quién es el jefe?". Y reconocí a Christian. Me dije: "Él los ha escuchado antes que yo, los ha abierto y les dará lo que quieren". Al cabo de un cuarto de hora, oí que se cerraba la puerta de la calle y pensé que se habían ido. Un poco más tarde, el padre Amédée golpeó mi puerta y dijo: "¡Los hermanos han sido secuestrados!" Habían salido por detrás, de lo contrario los habría escuchado.

¿Qué sintió entonces?

La pregunta que me hice inmediatamente fue: si los hubiera escuchado y visto salir, ¿qué habría hecho? ¿Me habría quedado o habría corrido detrás para ir con ellos?

¿Y su respuesta?

Todavía no me he respondido. Si esto hubiera pasado, no habría sido fácil, pero tengo la sensación de que habría corrido detrás. Amédée me dijo en seguida: "no van a matarlos, porque si hubieran querido hacerlo, lo habrían hecho de inmediato". Era muy difícil en efecto circular en la montaña por la noche, porque había un puesto militar no lejos, sobre la colina. Además, el hermano Luc tenía 82 años y otro acababa de salir del hospital, con seis bypass. Marchar con gente así, no era fácil. Pensábamos que iban a servirse de ellos para algo. Mientras tanto nos sentíamos muy solos, privados de nuestros hermanos. La comunidad había sido demolida. Esperábamos que fueran liberados pronto, porque si no regresaban, la vida había terminado en el monasterio.

¿Por qué los secuestradores no pasaron como de costumbre?

Cuando venían, saltaban el muro. Luego, desde el interior, abrían la puerta que daba a la calle. Había un simple pestillo. Esta puerta jamás estaba cerrada con llave. Queríamos que nuestras relaciones estuvieran fundadas sobre la confianza mutua.

¿Los secuestradores eran gente del GIA o no?

El guardián del monasterio me dijo que habían ido primero a su casa diciendo que querían ver al doctor, so pretexto que tenían dos heridos graves. Les respondió que los padres le habían prohibido prolongar su servicio de guardia del monasterio durante la noche. Lo que era verdad, se lo habíamos prohibido con el fin de que no hubiera problema para su familia y para él en caso de desgracia, si sobrevenía una agresión... Ellos insistieron. El guardián entonces salió de su casa por el patio interior para ir al monasterio. Allí, se encontró con un grupo que ya estaba en el patio. Llevado delante del portal que daba a la portería, se encontraba en medio de otro grupo que ya había detenido al padre Christian. Este último planteó entonces la pregunta: "¿quién es el jefe?". Uno de los secuestradores respondió señalando al líder: "Es él, el jefe, debe ser obedecido". Luego uno de ellos, dirigiéndose al guardián, preguntó: "¿Son siete?" El guardián respondió: "Es como tú dices". Entonces, éramos nueve... Así que probablemente esa sea la razón por la que el padre Amédée y yo no fuimos secuestrados; porque cuando ya habían arrestado a siete hermanos, se fueron sin registrar la casa.

Pero usted, ¿qué piensa?: ¿quién se los llevó? ¿El GIA o el ejército?

No sabemos más que lo que pasó en el monasterio. En cuanto a lo demás, nos planteamos cuestiones como todo el mundo. La investigación continúa. En cuanto al GIA, el guardián me contó que cuando bajaban, uno de los que le acompañaban le dijo a uno de sus colegas: "ve a por una cuerda fina, va a ver lo que es que el GIA", porque querían degollarlo, pero consiguió escabullirse.

Varios años después, ¿no ve con más claridad las razones del secuestro?

No está claro. En uno de sus comunicados en radio Medi 1, el GIA da una razón a su muerte: "La gente se evangeliza por contacto porque se relacionaban y salían de su monasterio, lo que los monjes no deberían hacer. Ellos merecen la muerte. Tenemos derecho a ejecutarlos". He aquí una de las razones. Fue dada por los mismos islamistas. Posteriormente, se dieron otras razones que más bien son hipótesis, en espera del veredicto del juez de instrucción, que investiga las circunstancias de su secuestro y asesinato.

¿Cómo vive este enigma?

Nos gustaría saber quién los mató y dónde están enterrados los cuerpos. Nos gustaría saberlo, pero eso es todo, no me preocupa más. Esto no cambia nada a la muerte de los hermanos. Murieron por las razones por las cuales habían escogido quedarse. Por esto son mártires. Entregaron su vida. Estaban dispuestos a entregar su vida por esto.

¿Se puede esperar el martirio?

Algunos lo hicieron, pero no era nuestro estado de ánimo. No lo deseábamos, no estábamos allí para esto. Pero había que estar preparado para esto. Estábamos en las manos de Dios. Y es por eso que, viviendo en este estado de ánimo, mis hermanos murieron. Debo reconocer y decir que no nos sorprendió mucho. Por supuesto, esto marca, esto hace sufrir, esto causa pena... Pero sabíamos el "por qué", ¡todos estábamos listos para ello! La vida es sólo un pasaje, termina de una manera u otra. Después, nos reunimos con el Señor.

¿Puede la película de Xavier Beauvois, inspirada por su sacrificio, puede ser un fermento de reconciliación entre cristianos y musulmanes?

¡Por supuesto!  El ejemplo de los hermanos, en su relación con las personas, con los musulmanes, muestra que uno puede convertirse en verdaderos hermanos, en comunión, juntos, en profundidad y no solo en la superficie. En profundidad, delante de Dios. Algunos lo han vivido. No es raro. Cuando los cristianos ven esto, se dan cuenta que los musulmanes son gente como los demás. Algunos son muy buenos: los valores de acogida, de gentileza, de servicialidad, se ven. Así como los valores de unión a Dios, de oraciones diarias. Tienen relaciones con Dios que a veces son muy sorprendentes y son verdaderos ejemplos para nosotros los cristianos. Un amigo de Christian, que dio su vida por él, le dijo: Los cristianos no saben orar... Son muy caritativos, prestan muchos servicios, ¡pero nunca los vemos rezando! Muchos cristianos podrían oír eso.

¿Alguna vez ha sentido odio durante y después de semejante tragedia?

Es curioso, pero no experimento ese sentimiento.

¿Y de amargura?

Tampoco.

¿Cómo interpreta el endurecimiento actual de ciertos musulmanes contra los cristianos, cuyos atentados recientes han sido una señal?

Esto viene de los extremistas. Los verdaderos musulmanes dicen: esto no somos nosotros. Se avergüenzan de lo que les sucedió a los hermanos. Esto no es la “religión”. Por otra parte, no nos conocemos lo suficiente. Nos percibimos a través de los violentos y esto crea una tendencia a reagruparse entre sí y un miedo a los contactos. La solución, es cultivar la amistad, aunque esto se nos pueda volver en contra.

¿Volverse en contra?

Sí, algunos dicen, lo contario, que no lo vemos o lo vemos poco: permitimos que los musulmanes construyan mezquitas en nuestra casa, ¡pero siempre podemos correr para construir iglesias en su casa!

¿Verdaderamente lo piensa? Los cristianos son, de hecho, a menudo acusados de ingenuidad con el Islam...

La cuestión no está allí. ¡Por la fe, arriesgamos! Está en el Evangelio: “Amad como yo os he amado”. Entonces, a menudo somos perdedores, debemos saberlo. Pero puede suceder que esto reaccione. Entonces, la reciprocidad está ahí y el reconocimiento mutuo puede llegar muy lejos.

¿Qué espera para el año 2011?

Debemos esperar que el amor sea siempre el más fuerte. Que el amor de Dios tenga la última palabra. Fundada en Dios, la esperanza debe permanecer. Y no somos nosotros quienes podemos resolver eso. La esperanza invencible como decía Christian de Chergé. Ella no debe ser vencida, siempre debe permanecer abierta, fundada en Dios, en Su gracia. Incluso cuando morimos bajo los golpes. Como él dijo, la esperanza debe permanecer abierta...

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