Los testigos de Tibhirine

En el momento en que la bella película de Xavier Beauvois De Dioses y Hombres aparece en nuestras pantallas, dos quebequenses que han vivido de cerca los trágicos sucesos de Tibhirine nos cuentan

Christian Rioux - 24 de febrero de 2011 - Actualités culturelles

Aunque Francia había pedido a sus nacionales abandonar Argelia, entonces en plena guerra civil, los monjes habían escogido quedarse por solidaridad con la población.

Christian, Christophe, Luc, Célestin, Paul, Michel y Bruno no son personajes cinematográficos para Armand Veilleux y André Barbeau. Estos dos abades quebequenses de barba blanca y florida guardan de los monjes de Tibhirine la memoria de una comunidad orgullosa y serena. En lugar de monjes acosados a los que uno se imagina aterrorizados por el miedo, describen a hombres totalmente ocupados en sus trabajos diarios. Enamorados de una Argelia de la que no imaginaban huir, un país al que su historia los volvía a atar por numerosos lazos personales.

 Armand Veilleux, antiguo abad de Mistassini, hoy en Scourmont, en Bélgica, es el último extranjero que vio vivos a los siete monjes secuestrados y luego decapitados en Argelia en 1996, y sobre los que el cineasta Xavier Beauvois hizo una película que ya atrajo a más de tres millones de espectadores en Europa. Casualmente, fue a otro quebequés, el padre André Barbeau, hoy en Val de Notre-Dame, a quién le correspondió la difícil tarea de cerrar el monasterio en 2001 y la transferencia de los dos supervivientes, Jean-Pierre y Amédée, al monasterio de Fez, en Marruecos. André Barbeau también será responsable de editar algunos de los escritos del prior, Christian de Chergé, a quien conocía bien.

Enamorados de Argelia

Al escuchar a estos dos abades, a veces se tiene la impresión de que nos cuentan la vida pacífica de los monjes trapenses de Saint-Benoît-du-Lac, simplemente reemplazando la sombra del Atlas por la del Orford. Armand Veilleux siempre recordará la mirada pacífica de Christian, quien lo recibió en el aeropuerto de Argel sólo dos meses antes del secuestro. Veilleux era entonces el asistente del Abad General de los Cistercienses en Roma. Como no había posibilidad de conducir después del atardecer, los dos hombres pasaron la noche allí. Al día siguiente, durante los 100 Km. hasta Medea, cruzaron una docena de controles militares.

"Descubrí hombres serenos que vivían una vida monástica normal, dice. A cada acontecimiento trágico [los cristianos eran asesinados regularmente], se formulaban la misma pregunta. Cada vez, decidían quedarse en Argelia. Luc estaba allí desde 1946, antes de la independencia. Christian había hecho allí su servicio militar. Celestin había sido enfermero allí. Todos tenían lazos íntimos con este país".

Aunque Francia había pedido a sus nacionales abandonar Argelia, entonces en plena guerra civil, los monjes habían escogido quedarse por solidaridad con la población. Porque los argelinos corrieron los mismos peligros que los monjes, explica Armand Veilleux. Cada vez que un joven se unía a los islamistas, su familia corría el riesgo de ser exterminada por el ejército. Si se unía al ejército, eran los islamistas quienes amenazaban a su familia. "En el fondo, los monjes molestaban a todo el mundo, a los islamistas tanto como al ejército. Eran hombres, verdaderos, no niños".

¿Un error del ejército?

Dos meses después de su secuestro, es Dom Veilleux quien reconocerá los cuerpos. También es él quien obligará a los militares a abrir los ataúdes sellados y descubrir que, en realidad, del cuerpo, sólo se encontraron las cabezas. "¡Les dije que iría con mi destornillador!", dice el abad.

Este tenaz beauceron nunca creyó en la versión oficial de que los monjes fueron secuestrados y ejecutados por combatientes del Grupo Islámico Armado (GIA). Desde el principio, esta historia estuvo llena de contradicciones, dice. Primero, el GIA jamás había tomado rehenes. Además, los islamistas no decapitaban a sus presos, los degollaban. Finalmente, ¿por qué el líder islamista Djamel Zitouni pidió al presidente francés, Jacques Chirac, que liberara a los combatientes detenidos en Argelia?

Veilleux está convencido que los monjes fueron secuestrados por guerrilleros probablemente manipulados por el ejército. Según él, se trataba de devolver los secuestrados a Francia al cabo de algunos días simulando su liberación por el ejército. "Pero el plan fracasó". Una tesis que parece cada vez más confirmada por el juez Trévidic, que reanudó la investigación en Francia después de que el propio Armand Veilleux presentara una denuncia ante los tribunales para obligar a la justicia a investigar. Varios testimonios tienden hoy a acreditar la tesis de un error del ejército, que habría tomado a los monjes y sus secuestradores por un comando islamista y les habría abatido desde un helicóptero.

¿Algún día se sabrá la verdad de la historia? Dentro de algunos años posiblemente, dice Veilleux. Cuando ciertos responsables del ejército argelino hayan desaparecido. "Para perdonar, primero hay que saber lo que pasó ", dice.

2000 manzanos

Menos prosaico, el abad André Barbeau se contenta con decir que "en Argelia, jamás se sabe quién mata a quién". Más allá de la búsqueda de los culpables, el Abad de Val Notre-Dame quisiera especialmente que recordemos que estos monjes vivían en paz con el Islam y en comunión con una población musulmana que cuidaban y con quiénes cultivaban la tierra. Los monjes dispensaban, por ejemplo, la comida del mediodía a los 85 niños de la escuela municipal.

Aunque el monasterio ya está cerrado, estas actividades han continuado, explica André Barbeau. Es él quien había tomado la decisión, un poco antes del cierre, de plantar 2000 manzanos en las siete hectáreas de la propiedad.

"Hasta el último minuto, creímos que podríamos reinstalar allí una comunidad. Pero la seguridad hacía la cosa imposible. De todos modos, había que mostrar que seguía la misma vida después del asesinato de los hermanos".

Para el abad, a pesar del cierre, la herencia de Tibhirine sigue estando viva en los escritos de Christian de Chergé, especialista del Corán y de la cultura sufí. En 1984, Chergé había hecho modificar los estatutos de la orden con el fin de que los monasterios pudieran acoger a huéspedes de todas las confesiones, incluidos los musulmanes.

André Barbeau era entonces su vecino de mesa en Roma durante la reunión del capítulo general. Recuerda que Christian de Chergé a menudo citaba una sura que dice que, si Dios hubiera querido crearnos totalmente iguales, lo habría hecho. "Había revisado toda su teología de acuerdo con este mensaje". Es lo que le había hecho animar un grupo de oración, Ribât-el-Salâm (el lazo de la paz), donde cristianos y musulmanes rezaban juntos.

"No sospechaba que 15 años más tarde se haría una película que llevaría este mensaje a cerca de tres millones de espectadores. "Es posiblemente éste, el verdadero milagro de Tibhirine”.