Son las 5:30. Un pequeño automóvil rojo nos espera frente a Les Glycines, el centro de estudio diocesano donde nos alojamos en Argel. Jean-Marie, está acostumbrado a hacer el trayecto al monasterio dos - tres veces a la semana. Nuestros párpados aún pesan, pero nuestro compañero del día tiene la energía necesaria para despertarnos y los caminos de Argelia nos obligan a mantener los ojos abiertos... ¡Este día no es común, nos dirigimos a Tibhirine y hacemos el trayecto sin escolta, lo que sucede raramente desde el año 2005 a nuestro anfitrión de este día!

Amanece pero el velo de niebla permanece tenaz. Tibhirine nos recibe con la misma bruma que rodeó hace 15 años el secuestro de los hermanos. Son las 7h 30m y Jean-Marie nos hace la vista guiada. Es el "jardinero de Tibhirine" pero son en realidad más de ocho hectáreas las que cultiva, con Samy y Youssef. Mucho más que un simple jardinero, el vosgien de origen es un verdadero gerente de explotación: ¡rebaño de una decena de ovejas (los perros salvajes mataron una quincena este año), 2500 árboles frutales, fabricación de 21 tipos de mermeladas, venta de los productos de la explotación en los mercados locales, incluso también acogida de los grupos de paso. Aparte de la ritual pausa de descanso para el café de las 9,30h con sus dos compañeros, Jean-Marie no tiene tiempo para dejar de  trabajar cuando viene y el tiempo que nos dedica es aún más valioso.

Pero el mal tiempo de este jueves no permite realizar el trabajo inicialmente previsto. Están inmersos en la excavación de una zanja para llevar el gas-ciudad al pequeño apartamento contiguo al monasterio. En efecto, debe instalarse allí una pareja de jubilados franceses para la acogida de los visitantes de paso. Después de varios meses de espera, Anne y Hubert recibieron su visado y deberían llegar en diciembre. ¡Por fin!

Siete piedras blancas…

Dejando a Jean-Marie, Youssef y Samy en su trabajo, caminamos por este lugar cargado de memoria. Además de una peregrinación, este día es también un momento agradable de paseo al aire libre. Nos paseamos por los jardines, descendemos al cementerio donde siete lápidas sepulcrales más blancas que las otras nos recuerdan el drama que se desarrolló entre estos muros. El refectorio, los cuartos de Christian y de Luc, la capilla, cada lugar está impregnado de la memoria de los monjes.

Pero más que su muerte, esta estancia en Tibhirine pone de relieve su vida. Obviamente, es el secuestro y la trágica desaparición de los monjes los que dieron a conocer su existencia. Pocos habían oído hablar de los trapenses de Tibhirine antes de marzo de 1996. Pero esta muerte no podría ser un símbolo sin los años que la precedieron.

El trabajo cotidiano en Tibhirine: hoy cavar una zanja…

Esta elección de vivir con sus vecinos musulmanes, los otros, religiosos o no, también la hicieron. Este testimonio, Jean-Marie lo vive también tomando, en la zanja recientemente cavada, el relevo de Youssef que cava el suelo ablandado por la lluvia. Este testimonio, Jan, Donang, Hamid, Rym y Sihem lo viven poniéndose al lado de los emigrantes en Argel. Este testimonio, procuran también vivirlo, en su humilde medida, los cooperantes enviados aquí por la Delegación católica para la cooperación. Hay que leer el libro de Jean-Marie, Le Jardinier de Tibhirine, (con Christophe Henning), para ser conscientes que Tibhirine no murió el 21 de mayo de 1996.

El camino de La Iglesia de Argelia es un camino de Emaús. (…) Estamos un poco solos, en el camino, como los dos discípulos que se dirigían a Emaús, un poco desorientados… Nuestra situación de ultra minoritarios en un país musulmán es un poco lo mismo: hace dos mil años, no estoy seguro que todo Israel se diera cuenta que había un Jesús que había muerto crucificado. Pero bastó que dos hombres con la esperanza perdida avancen en el camino para que todo cambie… La comunidad cristiana tiene sentido en un mundo musulmán sólo si está al servicio de una comunidad que es otra, diferente, musulmana. ¿Tibhirine no es el otro nombre de Emaús, aquí en Argelia? Orantes entre los orantes, los monjes no concebían su presencia de otro modo sino por este camino común, en medio de los miedos y los llantos. Gracias al hermano Luc, no tenían un albergue sino un dispensario. Su dominio, incluso "reducido" a unas quince hectáreas, fue también el terreno privilegiado de un encuentro en torno a la agricultura y el trabajo de este terreno común”. (en Le Jardinier de Tibhirine, Bayard Editions).

Anne-Laure y Frédéric

Artículo publicado el 25 de noviembre de 2011 en el sitio "faithbooktour"