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“En la insignificancia de su vida es donde el monje pretende ser y se sabe "SIGNO"”. (Junio de 1974, “La esperanza invencible”)

Sé que sólo tengo este pequeño día de hoy para dar a Aquel que me llama para TODOS LOS DÏAS, pero cómo decirle que sí para siempre si no le doy este pequeño día… Dios tiene mil años para hacer un día; yo sólo tengo un día para hacer lo eterno, ¡es hoy! (Capítulo del 30 de enero de 1990)

Nuestra muerte está incluida en el don, no nos pertenece, y, por lo tanto, sólo puede ser arriesgada en el mismo clima evangélico que todos nuestros otros momentos ofrecidos a Dios en el seno de esta comunidad monástica a la que estamos vinculados por amor a la vida, a la muerte e incluso o para mejor y más allá de lo menos bueno.