“Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar.” (Benedicto XVI, Encíclica “Deus caritas est”, 31, c)
El 13 de noviembre de 2005 Benedicto XVI beatificó al Padre de Foucauld tras un largo proceso iniciado en 1927 y terminado bajo la égida de monseñor Claude Rault, obispo de Laghouat en Argelia y gran amigo de la comunidad de Tibhirine.
Asimismo, monseñor Teissier, arzobispo de Argel, quiso introducir la causa de la beatificación de los 19 religiosos víctimas de la violencia en Argelia entre 1994 y 1996, entre ellos los 7 monjes de Tibhirine.
Si permanecieron en medio de la violencia de la guerra civil que asolaba Argelia y, en particular, la zona de Médea y Chréa donde estaba situado el monasterio de Notre Dame del Atlas, fue bueno para seguir sirviendo y rezando hic y nunc. Orar, porque la oración es consustancial a la vida monástica. Establece el ritmo del día y la noche con las 7 horas monásticas. Servir, porque la caridad es, como subraya San Pablo, la primera de las virtudes. «Ubi caritas, deus ibi est» repetía a menudo al padre Christian de Chergé en sus reflexiones sobre el hecho de quedarse. Servir en el dispensario, servir en el trabajo de la tierra con sus asociados argelinos, servir en la acogida y la escucha.
Al decidir permanecer a pesar de la adversidad, al confiar en la Providencia, siguieron los pasos de un Padre de Foucauld, de un Maximiliano Kolbe, de estos "mártires de la caridad" para recuperar la bella expresión del Papa. Juan Pablo II. "¿No hay amor más grande que dar la vida por los que uno ama?".
A este respecto, conviene precisar que «mártir» procede del griego y tiene como primer significado «testimoniar». Esta comunidad, en esta tierra sufriente de Argelia, testimonió la virtud de la fe y la virtud de la caridad, con una esperanza encadenada al cuerpo. Así, ha perpetuado lo que desde hace 1500 años los monjes hacen en todo el mundo y en la historia: servir a la humanidad con la oración uniéndose al sacrificio redentor de Cristo.