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[…] “Y todos verán la salvación de Dios” (Lc 3, 6), es decir Dios Salvador, o Jesús.

Por eso, debemos volver a encontrar este ambiente vivo, natural, en el que el Evangelio vuelve a ser hablante; el espacio del alma que da a nuestras vidas el horizonte de Dios, que pone a Dios en el horizonte de todo.

Entonces volveremos a ser capaces de VER la salvación de Dios en acción, es decir, Cristo Jesús, en esta misma carne. Misterio de encarnación prolongado. Los signos, las maravillas, incluso los «aparatos» del mundo, pueden alcanzar por nosotros su vocación última, es decir a Dios, como Jesús, preparar el camino hacia Él, mejor, su camino a Él.

[...] Para que nos ajustemos las gafas si no lo vemos... ¡a veces será necesario ir al desierto!

Sin embargo, no nos hagamos ilusiones, la salvación de Dios no puede verse a simple vista: es un misterio de gestación, el misterio de Jesús en el seno de María, el misterio del cuerpo de Cristo confiado al seno materno de la Iglesia, el misterio de amor que conmueve y revela las entrañas de Dios mismo. Cada uno de nosotros es llevado a su culminación, esperado como el pródigo. [… ] La salvación de Dios es este gran trabajo de parto que el sacerdote Zacarías celebraba en la cuna de Juan Bautista: ¡la ternura/el amor maternal de Dios que viene a visitarnos! Sol que nace sobre la sombra de la muerte (Lc 1,78).

San Pablo, como Jesús, entra en esta obra: ¡Dios me es testigo de que os llevo en el corazón! (Flp 1,7). Y la vocación específica de la castidad consagrada es ofrecer a Dios esta matriz, además, donde la multitud podrá renacer del amor mismo del Padre, el amor salvador de Cristo.

Todas estas imágenes pueden parecer triviales... Son naturales, son las del Evangelio y San Pablo, ¡y cada uno de nosotros sabe que es un nacimiento! Pueden (especialmente) parecernos muy femeninas... [...] ¿A menos que Pablo quisiera decir lo mismo al tratar a los corintios como niños pequeños, a quién sólo es adecuada la leche espiritual? ¡Fui  yo quien os engendré a vosotros con el evangelio! (1Co 4,15).

El amor llama a este nacimiento si alguien ve a su hermano necesitado y no abre sus entrañas, ¿dónde está el amor? (1 Juan 3, 17).

Ver la salvación de Dios es comulgar con lo que el otro puede llegar a ser si lo llevamos al corazón con la ternura misma de Dios. Es esperar, es entrar en las esperanzas de Dios. "¡Él nació por nosotros!"

Hermano Christian, extractos de la homilía para el II Domingo de Adviento, 5 de diciembre de 1982