Paul Favre-Miville, que más tarde será el hermano Paul, nació el 17 de abril de 1939 en Vinzier (Haute-Savoie). Hasta 1984 ejerce el oficio de fontanero. Después entra en la Abadía de Tamié en la región de Savoie donde comienza su noviciado. En 1989 decide trasladarse a la comunidad del Atlas en Tibhirine. Se congratulará por encontrar allí una pequeña comunidad viviendo la solidaridad entre creyentes de otra religión y que comparte las mismas preocupaciones de la vida cotidiana. Pondrá sus habilidades al servicio del monasterio instalando un sistema de regadío para garantizar las plantaciones. El 20 de agosto de 1991, pronuncia sus votos definitivos confirmando su deseo de hacer más profunda su fe en ese país.

 “Desde el principio de mi llegada a Tibhirine me regocijé por ver esta pequeña comunidad vivir calurosamente en medio de otros creyentes, siendo solidarios con ellos y reconociendo en ellos a los hijos del mismo padre”.

Paul Favre-Miville, que más tarde será el “Hermano Paul”, nació el 17 de abril de 1939 en Vinzier (Haute-Savoie). Es el tercer hijo de una familia de cuatro.

Hasta su entrada en 1984 en la abadía de Tamié (Savoie) vive en el pequeño pueblo de Bonnevaux, en el valle de Abondance, lugar de residencia de sus padres. En este pueblo de media montaña la gente practica la agricultura, la artesanía o el pequeño comercio.

Su padre ejerce como herrador y herrero. Su madre lleva el negocio familiar abierto a principios de siglo: bistro, estanco, restaurante para trabajadores en ciertos momentos. Era un lugar de encuentros, de intercambios, de convivencia. Sus padres le transmitieron rigor, sentido de responsabilidad, espíritu crítico y también la alegría de vivir y la dulzura.

Buen estudiante, Paul obtiene en 1954 un diploma elemental en el Colegio Jean-Jacques Rousseau en Thonon-les-bains. Habría deseado continuar sus estudios, pero se ve forzado a entrar en la vida activa y pasa a ayudar a su padre en la fragua del 1954 al 1959. Después se marcha a hacer el servicio militar en Argelia donde será subteniente en una unidad paracaidista. A su vuelta, se forma como fontanero-calefactor y se establece por su cuenta en el taller paterno.

Tanto en su pueblo natal, como en Tamié o en Tibhirine más tarde, es muy apreciada la calidad de sus trabajos. En todo lo que emprende, Paul es constructivo y decidido. Tras una cierta discreción, trasmite su buen talante a través del humor que le desborda con creces.

Hombre de acción, su vida está marcada por el servicio a los demás. En el seno familiar es siempre un hijo o un hermano solidario. En su pueblo, Paul se compromete en actividades diversas de la vida civil o asociativa. Concejal y teniente de alcalde entre 1965 y 1984, no vacila, pasada la treintena, en aprender a esquiar en el momento en el que es nombrado delegado del sindicato intercomunal de la naciente estación de esquí. En Bonnevaux, también es bombero voluntario durante veinte años, contribuye en las donaciones de sangre; es miembro del coro parroquial. Acude varios años a Lourdes como voluntario de la Cité St Pierre.

Educado en una familia cristiana, profundiza en su fe de distintas maneras: es miembro de la JAC (Juventud agrícola católica); participa en conferencias y cursos; acude en peregrinación a Lourdes, Roma, Jerusalén o Tamanrasset. Su búsqueda espiritual se hace más constante a partir de los años 80. Hace retiros en monasterios de Suiza o en Savoie. Tiene 45 años cuando hace su noviciado en la abadía de Tamié. Se integra rápidamente en esta comunidad donde madura su fe en un ambiente fraterno. Al haber vivido en un medio rudo de montaña no tiene dificultades para adaptarse a sus nuevas condiciones de vida.

Respondiendo a la llamada lanzada a las comunidades trapenses para aumentar Notre Dame del Atlas, parte para Argelia en 1989. Ya conocía este país, por haber hecho allí el servicio militar con 20 años. Los acontecimientos dolorosos de ese período lo unen ya a este país. En el momento de sus votos definitivos, en Tibhirine, el 20 de agosto de 1991, Paul dirá:

“He conocido y amado este país en el que vive la comunidad de Notre Dame del Atlas en las dolorosas circunstancias de la guerra de independencia y he deseado volver aquí”.

Él busca y encontrará allí, entre sus hermanos y la gente del pueblo, lo que aspira: una vida sencilla, útil, solidaria y en una apertura espiritual.

A pesar de la lejanía, conservará estrechos vínculos con su familia. En sus cartas trasparenta su esperanza en Dios, su deseo de paz, de amor y también las preocupaciones cotidianas de una comunidad monástica o rural. Su manera de decirnos que su fe se enraíza en la experiencia de lo cotidiano.