Gracias por vuestra caridad, solicitud, oración…, por estar cerca de nosotros, cerca de nuestra Iglesia…, etc.

... Por el momento, el Señor me da la oportunidad de estar allí con los hermanos, pacíficamente... y, en estos tiempos difíciles, me asombro ante el don de Dios, de vivir mi vida monástica (muy pobremente) aquí, con estos domingos, solemnidades, fiestas… y observo que en cada reflexión comunitaria nunca la palabra de Dios - la del mismo día - me ha hablado tanto para proseguir mi camino… como hace diez años cuando planeaba venir aquí. Ojalá tenga siempre un corazón dispuesto a acogerlo.

Continuad rezando por nosotros, porque lo más difícil será en el futuro… (Carta a la Abadía de Bellefontaine, 1985)