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Homilía pronunciada en el cementerio de Tibhirine
 

Los siete monjes enterrados aquí han vivido el final de sus vidas en una Argelia asolada por una violenta tormenta fratricida hecha de sangre y de fuego.

Entonces, ¿por qué escogieron quedarse arriesgando sus vidas? ¿Por qué Célestin después de su grave operación cardíaca, deja Francia, a pesar de los consejos de sus médicos, y vuelve a Tibhirine? ¿Por qué Paul, después de visitar a su familia, coge el avión en las horas que preceden a su secuestro, llevando en su equipaje árboles para plantar?

La respuesta está contenida en una carta-testamento escrita por uno de ellos. Habla, ciertamente, en nombre propio, pero cada uno de sus hermanos será llevado a mantener el mismo lenguaje.

"Me gustaría que se supiera que mi vida se consagra a Dios en este país"

Quedarse tenía pues un sentido para ellos.

 Y ellos encontraban este sentido en el LAZO que existía entre sus vecinos y ellos mismos.

"Si algo nos sucede, queremos vivirlo en solidaridad con la gente de aquí” (Michel)

Día tras día, en una relación hecha de escucha, de atención, de reconocimientos recíprocos, se produjo como un tipo de injerto entre los monjes y este pueblo de Argelia.

Hizo falta mucho tiempo y paciencia para que prendiera este injerto. Mucho tiempo y paciencia para que los monjes descubrieran la importancia del don que les hacía el…  "donante"…

Un hombre, entre muchos, no se equivocó sobre la realidad profunda aquí vivida. Es el suboficial militar encargado de la seguridad de los lugares, en vísperas de la inhumación de los monjes:

"Estos hombres amaban a Dios... Amaban a Argelia más que los argelinos...".

Paradójicamente, es la muerte de estos hombres lo que nos hace comprender hasta que punto el injerto tuvo éxito...

"Ya sabes, dijo un vecino a Christophe, que es la misma sangre la que recorre nuestras venas".

Partiendo de esta idea de una sangre compartida, vayamos más lejos: esta muerte, una entrevista y aceptada en la prolongación de una vida donada, es incomprensible (e inaceptable para algunos) si no se descubre hasta qué punto el lazo de los hermanos con sus vecinos era un lazo carnal.

Vivo de lo que vives...
y puedo morir de lo que puedes morir...
El don que Dios te hace puede hacerse el mío
si voy a tu encuentro en el amor, en cuerpo y alma…
 

Este lazo carnal se expresaba diariamente en el servicio a cuerpos enfermos en el dispensario, en el sudor compartido del trabajo en el jardín, en la limosna furtiva al pobre en la portería.

El hermano Luc veía ahí un encuentro permanente con el mismo Dios:

"Jesús (y Dios en él) continúa encontrándose con nosotros, velado, en nuestra vida cotidiana y al confrontarnos con este aspecto tan importante de su presencia: su presencia en el hombre".

El recuerdo que queremos guardar de estos hombres (como de tantos otros hombres y mujeres de este país) no es un recuerdo de lástima; es un recuerdo PELIGROSO, como se pudo decirlo para otras circunstancias. Un solo recuerdo estaría hecho de repetición, de inmovilismo; un recuerdo peligroso evoca la idea de movimiento, nos perturba.

¿De qué manera es peligroso para nosotros este recuerdo de su muerte?

1- Porque debemos aprender a caminar con el otro en su sistema:

  • próximo y diferente, Dios me coloca cerca de él como una apertura, una brecha sobre una vida dimensionada de otro modo.
  • próximo y diferente, él "grita en silencio para ser leído de otro modo" según las palabras de una filósofa a la que apreciaba el hermano Luc (Simone Weil).

¡Vivir así, es desestabilizador, es peligroso!…

En el curso de nuestra visita del monasterio, habéis visto las campanas. Un amigo de Médéa - también consagrado como cirujano al servicio de los cuerpos enfermos - desea que su hija (todavía pequeña) pueda un día oír las campanas de Tibhirine, es decir, que pueda despertarse a un sonido de vida, de otros, de Dios, diferente del sonido al cual su entorno, su sociedad habrá podido acostumbrarla.

A una escucha semejante los monjes estaban convocados cuando les llegaba de la mezquita la llamada a la oración…

2- El recuerdo de estos monjes es igualmente peligroso porque descubrimos que el servicio del otro nos exige el entregarnos triplemente:

en gratuidad,
en totalidad,
en pobreza…
 

Cuando el tiempo me haya hecho correr este triple riesgo, entonces parecerá más obvio que no hice nada más que preparar una página para Dios, una página donde continuará su poema...

Finalmente, lo que procuramos, una vez más, descubrir en este lazo, es que

"estamos llamados a prestarle a Dios nuestra bondad, nuestra amistad, todas estas cosas que alcanzan el corazón del hombre" (H. Luc).

y aún cuando…

"El hombre no está solo con su vida, ni con su mal, ni con su pecado, ni con su muerte; tal es Dios para los cristianos (y, creo, para los musulmanes - N. de la R.): es un Dios que viene a buscarnos allí dónde estamos, allí dónde nos colocamos" (H. Luc).

¡IM SHA ' LLAH!
¡DIOS! ¡LO QUE TU HICISTE ES hermoso!
 

Es un grito de asombro,

por ejemplo, que se nos escapa del corazón cuando abrimos una colmena, llena de vida, llena de promesas de miel...

Acabamos juntos de abrir la colmena de Tibhirine y estamos maravillados por el regalo que Dios nos hace con la vida y la muerte de estos hombres.

Y tomamos este regalo como una llamada a nosotros también, repitiendo con el hermano Luc:

"Señor, puedes transformar todo y hacer de muy poco mucho".

Este "muy poco", fuente inagotable de "mucho", es el don de nuestra vida a nuestros hermanos y a DIOS que ve en lo secreto.

Tibhirine, junio 2007