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Después de la visita de Navidad, me llevó quince días, tres semanas, volver de mi propia muerte. Aceptamos la muerte muy rápido, no os preocupéis, pero para recuperarnos, nos lleva su tiempo. Luego pensé: ¿qué puedo hacer por ellos, por este tipo con el que he tenido este diálogo tan tenso? No puedo pedirle al Señor: mátalo. Pero puedo pedirle: desármalo. Más tarde me dije: tengo derecho a pedir: desármalo, si no empiezo por pedir: desármame y desármanos en comunidad. Esta es mi oración diaria, os la encomiendo sencillamente. (8 de marzo de 1996)

Me parece que vivir en la «casa del Islam» es sentir concretamente la dificultad, y por tanto la urgencia mayor, de estas novedades del Evangelio que la Iglesia no ha extraído de su tesoro hasta hace poco: no-violencia práctica, urgencia de la justicia social, libertad religiosa, espiritualidad del diálogo, respeto de la diferencia, sin olvidar la solidaridad con los más pobres, siempre a reinventar. (Septiembre 1989)

Mientras haya un dolor que compartir en el mundo, estaréis aquí, compañeros de la noche y de la duda, de la vigilia y de las lágrimas. La aurora se levantará para los demás; para vosotros, será aún prematura mientras haya un niño en coma, y padres desmoronados para los que el tiempo se ha detenido en la cabecera de un ser que ya no existe. (1977)

Imagino bastante bien que estamos en la situación de María cuando va a ver a su prima Isabel y lleva en ella un secreto vivo que es todavía el que nosotros mismos podemos llevar, una Buena Noticia viviente. La recibió de un ángel. Es su secreto y es también el secreto de Dios. Y ella no debe saber cómo actuar para revelar ese secreto. ¿Va a decir algo a Isabel? ¿Puede decirlo ella? ¿Cómo decirlo? ¿Cómo se hace? ¿Hay que ocultarlo? Y sin embargo, todo en ella se desborda, pero no lo sabe. En primer lugar, es el secreto de Dios.

El Islam nace en el desierto, como el monaquismo. Lleva una marca indeleble. El mismo profeta se mantuvo "inclinado a la meditación y al silencio". Y la vida ritual tiende a situar al creyente «solo con el Solo», incluso en la Meca cuando los peregrinos se presentan por centenares de miles. El muecín que llama a la oración se expresa en solitario: "Testifico..." (Ashhadu). Además, tanto en el Islam como en el Cristianismo, se alimenta la conciencia de ser, como Abraham, “sólo extranjeros y viajeros en la tierra… hechos para aspirar a otra patria” (Hb 11,13ss) a la que conducen todos los caminos del desierto. (Septiembre 1989)

Me parece que estamos recibiendo hoy aquí, como una llamada adicional para este "martirio" que está destinado para nosotros, el de LA ESPERANZA. ¡Oh! No es ni glorioso ni brillante. Se ajusta exactamente a todas las dimensiones de la vida cotidiana. Define desde siempre el estado monástico: el paso a paso, el gota a gota, la palabra a palabra, el codo a codo... y esto es lo que hay que volver a hacer, en la vida regular, cada mañana, otra vez por la noche, y lo que hay que seguir pensando, corrigiendo, discerniendo, esperando sobre todo [...] Y nuestra «Galilea» para nosotros, aquí donde hemos elegido seguirlo, ya que siempre y en todas partes va por DELANTE, es, pues, este país de Argelia, en su hoy pascual. Sólo la esperanza puede mantenernos en nuestro lugar.

Dar la vida por amor a Dios, por adelantado, sin condiciones, es lo que hemos hecho... o al menos lo que hemos creído hacer. No preguntamos entonces por qué o cómo. Confiábamos a Dios el empleo de este don, desde su destino día tras día, hasta el último [...] Hemos vuelto al testimonio de Jesús, a su martirio: No hay mayor amor que dar la vida por sus amigos. (Homilía para el Jueves Santo de 1994)

La primera vez que una comunidad sufí de los alrededores pidió reunirse con nosotros, era la Navidad de 1979, su portavoz tuvo mucho cuidado en decir que querían encontrarnos para compartir la oración. “Debemos dejar que Dios invente algo nuevo entre nosotros. Esto solo puede hacerse en oración”. Esta experiencia me ayuda a no prefijar al musulmán en la idea que me he hecho. (1993)

Orantes entre otros orantes, así es como nuestra pequeña comunidad monástica, «náufraga» cisterciense en un océano de Islam, llegaba a definirse en la Argelia independiente de 1975, incluso cuando teníamos, al parecer, ocho días para abandonar el lugar… donde siempre hemos estado. (1989)

“Sólo la caridad puede revelarnos la perspectiva correcta de las cosas y de los acontecimientos... de todos estos pequeños "signos de los tiempos" cuya vocación única es susurrar a Dios” (Junio de 1974, “La esperanza invencible”)

“Ir hacia el otro e ir hacia Dios es todo uno, y no puedo prescindir de eso, se necesita la misma gratuidad” (Septiembre 1989, "Sept vies pour Dieu et l'Algérie", p.34)

“En nuestra vida siempre hay un niño que dar a luz, el hijo de Dios que somos” (8 de marzo de 1996 - "Sept vies pour Dieu et l'Algérie" p.206)

“En la insignificancia de su vida es donde el monje pretende ser y se sabe "SIGNO"”. (Junio de 1974, “La esperanza invencible”)

Sé que sólo tengo este pequeño día de hoy para dar a Aquel que me llama para TODOS LOS DÏAS, pero cómo decirle que sí para siempre si no le doy este pequeño día… Dios tiene mil años para hacer un día; yo sólo tengo un día para hacer lo eterno, ¡es hoy! (Capítulo del 30 de enero de 1990)

Nuestra muerte está incluida en el don, no nos pertenece, y, por lo tanto, sólo puede ser arriesgada en el mismo clima evangélico que todos nuestros otros momentos ofrecidos a Dios en el seno de esta comunidad monástica a la que estamos vinculados por amor a la vida, a la muerte e incluso o para mejor y más allá de lo menos bueno.